Por Roberto Vozza
El 27 de diciembre de 2003 falleció Arturo Varela Ruiz, de larga y reconocida trayectoria en los medios de comunicación de Santiago. Se sumó a la corriente de los “clásicos” de esa época; continuador de las legendarias voces y ya desaparecidas presencias que marcaron un tiempo en la ex- Radio del Norte. Porque cuando se recuerda, entre otros, a Luis Lucio Anglade, Luis T.Paz, Pedro Pablo Gorosito, Fernando Hernández o Rodolfo Scillia,es inevitable mencionar también a Varela, una de las voces renovadas de aquel legendario staff de la radiofonia santiagueña de las ultimas cuatro décadas. Era multifacético: desde animador de programas a poner toda su vibración y entusiasmo en relatos de futbol, o lo que fue su identificación, como voz comercial en transmisiones deportivas. Varela tuvo también la virtud que explotó inteligentemente con sapiencia y criterio: las relaciones públicas. Fue vocero del Partido Justicialista durante el gobierno de Carlos Juarez en 1973 y tras cartón, nombrado director general de prensa de la gobernación cuando el golpe militar de 1976. Políticamente, y esto es lo paradojal y curioso, era un reconocido afiliado radical. Pero marginó y lo marginaron de esos antecedentes al llegar a la función pública por demostrar que la cumplía con eficiencia profesional. Había nacido en la ciudad de Añatuya – la tierra de Manzi - y a fines de la década del 60’ se incorporó a la desaparecida L.V.11 Radio del Norte, luego LW 5 y finalmente Radio Nacional donde se retiró para que, con el retorno de la democracia, se convierta en vocero de José Zavalía el lider radical e intendente de la ciudad. En la comuna de la Capital continuó como jefe de relaciones públicas mientras gestionaba la jubilación por incapacidad. Pero aún enfermo, no se habia retirado totalmente de la profesión. Siguió incursionando en emisoras de FM a pesar de esos quebrantos. Precisamente, un par de meses antes de morir, padeció una ceguera temporal lo que no le impidió cumplir tareas como locutor comercial para una transmisión deportiva. Con la inteligencia y experiencia que le caracterizaba “El Gordo”, grabó las tandas para memorizar sus textos y hacer los anuncios sin perder su estilo vibrante e imperativo. Allí demostró su raza. Arturo tenía 60 años de edad. Había quedado viudo hacia muchos años y era padre de cinco hijos.
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