A MODO DE PRESENTACION

Ya esta. El sueño se cumplió. Dejare de escribir en las paredes, ahora tengo mi pagina propia. Soy un periodista de alma, que desde hace 40 años vive y se alimenta de noticias. Tenia 18 años cuando me recibieron en El Liberal de Santiago del Estero, el doctor Julio Cesar Castiglione, aquien le debo mucho de lo que soy me mando a estudiar dactilografia. Ahí estaba yo dando mis primeros pasos en periodismo al lado de grandes maestros como Noriega, Jimenez, Sayago. Gracias a El Liberal conocí el mundo. Viaje varias veces a Europa, Estados Unidos, la lejana Sudafrica y América del Sur, cubriendo las carreras del "Lole" Reutemann en la Formula 1. Después mi derrotero continuo en Capital Federal hasta recalar para siempre en Mar del Plata, donde nacieron tres de mis cinco hijos y conocí a Liliana, el gran amor de mi vida. Aquí fui Jefe de Redacción del diario El Atlántico y tuve el honor de trabajar junto a un enorme periodista, Oscar Gastiarena. De el aprendí mucho. Coqui sacaba noticias hasta de los edictos judiciales. Bueno a grandes rasgos ese soy yo. Que es Mileniomdq, una pagina en la web en donde encontraras de todo. Recuerdos, anedoctas, comentarios. Seré voz y oídos de mis amigos. Ante un hecho de injusticia muchas veces quisistes ser presidente para ir en persona al lugar y solucionar los temas. Eso tratare de ser yo. Una especie de justiciero ante las injusticias, valga el juego de palabra. No faltaran mis vivencias sobre mi pago, Visiten el lugar, estoy seguro que les gustara. Detrás de mis comentarios idiotas se esconde un gran ingenio.

lunes, 23 de abril de 2018

HORA CLAVE DE CAMBIEMOS


Por Eduardo van der Kooy
El Gobierno atraviesa otro momento difícil. Que forma una nube sobre el horizonte electoral del 2019. Sería la cuarta ocasión en dos años, si se hace un cómputo a trazo grueso. La primera, como ahora, resultó detonada por el tarifazo del 2016 (gas, luz y agua) que se vio forzado a revisar. La segunda, provocada por la desaparición y muerte del artesano Santiago Maldonado, en el medio de un conflicto con grupos mapuches radicalizados de Chubut. La tercera, la reforma previsional que modificó la ecuación para compensar los haberes jubilatorios. Convertida en una verdadera pulseada de poder con la oposición. Con reflejo en la violencia callejera.
Ahora regresó la discusión por la actualización de tarifas. Aunque en un contexto quizá más erosionado que en las oportunidades anteriores. Por cuestiones que atañen antes a déficits del propio Gobierno que a méritos de la oposición. La promesa de la baja inflacionaria viene perdiendo credibilidad porque los números continúan siendo altos. Cambiemos debe dedicarle tiempo, con frecuencia, a explicar porosidades en la pureza de su gestión. Existe una tensión permanente entre la legalidad y la ética. La saga comenzó en diciembre con el escandalete de Jorge Triaca, el ministro de Trabajo. Se prolongó en Juan José Aranguren, el ministro de Energía, Luis Caputo, el ministro de Finanzas y Nicolás Dujovne, su par de Hacienda. La nómina puede continuar. La combinación de aquellos dos factores, sumados a otra vuelta de tuerca en las tarifas, servirían para alegar las oscilaciones del humor social. Sobre todo, en las capas que se aferraron a Cambiemos para ponerle fin al kirchnerismo.
El dato político novedoso en la Argentina, dentro del marco de turbulencias, sería la capacidad de flotación de la coalición oficial. Un aspecto clave para la gobernabilidad. Que abre una puerta hacia el futuro, incierta en el presente: la chance que Cambiemos vaya mutando de una alianza electoral exitosa en otra de gobierno.
Se trata de una transición compleja. Porque no parece todavía bien internalizada por ninguno de sus actores. El PRO es un partido que abunda en formalidades. Pero la conducción, con sus bemoles, la ejerce sólo Mauricio Macri. Las discusiones se dan en la intimidad de su círculo. Ni siquiera muchas veces integran el ámbito partidario. Aunque tallan Marcos Peña, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. La Coalición Cívica se sintetiza en Elisa Carrió. El radicalismo parece la expresión más diversa por una confluencia de razones: posee mayor tradición política que los demás socios, cuenta con un núcleo de dirigentes que conservan, aunque menguado, poder territorial. Tiene la ambición de recuperar protagonismo que fue resignando durante los períodos del alfonsinismo y de la Alianza que comandó Fernando de la Rúa. Parece natural que con tal composición surjan las fricciones en la entente oficialista.
Aquello que está faltando, dentro y fuera de Cambiemos, es el sentido cultural y político que emana de cualquier coalición. Basta con mirar a Uruguay y Chile para entenderlo. El Frente Amplio y la Concertación están integrados por una decena de partidos. En un abanico que abraza desde el comunismo hasta la democracia cristiana. Perviven desde hace más de 30 años.Nuestro país exhibe dos condicionantes históricos. La institución del hiperpresidencialismo. También el predominio que tuvo, al menos desde la recuperación democrática, el peronismo en el ejercicio del poder. La representación peronista fue siempre vertical. Con exacerbaciones muy marcadas, como las del ciclo kirchnerista.
Por esa razón, cualquier discusión en Cambiemos, más allá de la importancia que tenga, parece ser visualizada siempre como una crisis. Incluso en la sociedad común. Aquella que resulta espectadora alejada de los avatares políticos. Ese constituye un desafío que Macri y sus socios deberán superar. Tal vez, apelando con más frecuencia al ejercicio de la horizontalidad. ¿Hacía falta que se desataran las tensiones internas para que el Presidente resolviera escuchar ecuaciones alternativas al ajuste tarifario drástico de Aranguren? ¿Hacía falta la previa advertencia de Carrió?
La necesidad de recomponer tarifas no significó una discordia dentro de Cambiemos. La cuestión fue la metodología. En una sociedad estragada por la pobreza. Que insinúa comprender que, al fin, la fiesta kirchnerista habría que pagarla. Como sucedió, de modo infinitamente más traumático, cuando se extinguó el menemismo. Las cifras sobre subsidios gastados en los últimos doce años son espeluznantes. Están en conocimiento de Carrió y los radicales. Se inyectaron en ese tiempo US$ 51 mil millones en las tarifas de luz para hacerlas dóciles a los bolsillos. También se recurrió a otros US$ 27 mil millones para morigerar el pago del consumo de gas. Es decir, cerca de US$ 80 mil millones. El sistema quedó colapsado. Volver de ese descalabro no resulta agradable para nadie.
En ese punto radicaron las diferentes percepciones en la coalición oficial. El macrismo está obsesionado por recuperar terreno para atraer las inversiones y empujar el hasta ahora tibio crecimiento económico. Pero esas variables no responden a ninguna magia. Las inversiones podrían llegar cuando se recomponga la confianza global en el país. Política, económica, jurídica e institucional. Probablemente ni siquiera alcance con dos hipotéticos mandatos de Cambiemos. Mientras tanto, no se puede descuidar a una población sufrida sin cuya participación resulta imposible apuntalar cualquier poder.
Sobre ese aspecto, Carrió y el radicalismo demostraron mayor piedad espontánea. La diputada fue una pieza clave para que el Gobierno frenara. Como sucedió cuando el fuego amenazó en diciembre la reforma previsional. Sin perder de vista nunca lo que estaba en juego. La mujer se pronunció al comienzo, en medio del fragor, por la suspensión de los aumentos. Advirtió el error luego de una comunicación con la Casa Rosada. Lo cambió por la idea de una salida consensuada. Los radicales elaboraron el programa del pago cuotificado y no estacional que atenúe el impacto. La receta que terminó aceptando el Presidente. ¿Se corren riesgos? Quizás habrá que mirar cuánto decae la inflación.
Cambiemos convive con sus dificultades. Además, no está sola en el teatro político. Aunque se percata un poco tarde. La oposición fragmentada encontró en este asunto de altísima sensibilidad social una estación de encuentro. Anticipó la época que amanece: la del reto permanente a las minorías oficiales en el Congreso. Con la mira en el año electoral. El kirchnerismo y la izquierda llevaron la iniciativa. Con matices diferenciados en las propuestas, se montaron el Frente Renovador y el bloque peronista. Aquel que bajo la batuta del senador Miguel Angel Pichetto alumbró en Gualeguaychú. Que en los dos años iniciales de Macri colaboró para franquear ciertas leyes. Ahora empiezan a privilegiar la confrontación con Macri, sin hacerle asco a la compañía kirchnerista.
Al Gobierno lo terminaron salvando la semana pasada una comunión de imponderables. Aunque la ofensiva opositora continuará. En primer término, cierta premura de esa oposiciónpara realizar la sesión especial. Cuando el ajuste de las tarifas representa todavía una discusión teórica. Una situación distinta hubiera sucedido, a lo mejor, con las primeras boletas de gas liquidadas en las manos y en el recinto. También sorprendió la falta de quórum. El titular del FPV, Agustín Rossi, había asegurado el martes, delante de Emilio Monzó y Mario Negri, que contaba con número de sobra. En el camino quedó una trapisonda oficialista que evitó que se llegara a la cifra de 129 del quórum. De todos modos, para aprobar un proyecto, la oposición hubiera requerido los dos tercios. Por tratarse de una sesión especial.
La conducta de los gobernadores también resultó dispar. Influyó en la frustración opositora. Pero existieron señales que Cambiemos no debe soslayar. Hubo diputados por Córdoba, que lidera Juan Schiaretti. Hombre de diálogo fluido con Macri. El gobernador habría ofrecido su provincia como sede para la próxima cumbre del peronismo federal. También se hizo notar Pablo Kosiner, discípulo de Juan Manuel Urtubey. El mandatario de Salta está desmalezando el terreno para distanciarse del Gobierno y dar un envión a su candidatura presidencial.
El gran incordio en el peronismo sigue siendo Cristina Fernández. Sus posturas extremas espantan a los aliados y sólo convocan a la izquierda. Propuso, por ejemplo, rebajar las tarifas. También esa intransigencia constituye un escollo para aquellos dirigentes que promueven la unidad kirchnerista-peronista del 2019. Y así terminar con Macri. Aún con la presunción de que la ex presidenta acepte marginarse para facilitar el acuerdo, resulta quimérico pensar en su jubilación. Menos aún que repliegue a su tropa. El FpV renovará en 2019 a 38 diputados y dos senadores. Entre los que figuran nombres urticantes: Máximo Kirchner, Axel Kicillof, Eduardo De Pedro, Rodolfo Tailhade y Andrés Larroque. Que la última semana rindió un homenaje en el recinto al encarcelado Julio De Vido.
Tal paisaje podría deleitar los ojos de Macri. Alimenta además su proyecto de reelección. Las ventajas políticas continúan siendo entonces las de siempre. Podrá añadir el efecto de la obra pública, impulsada con inversiones millonarias. Son activos que nadie sabe hasta dónde alcanzarán. Sobre todo, si no logra también domar la inflación y mejorar la transparencia de su equipo.
Copyright Clarín 2018.-

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